Casting Robin Lannister

La imagen que le devolvía el espejo era hermosa, perfecta. No había otra palabra para definir a la chica rubia de ojos claros y penetrantes que le devolvía la mirada. Llevó una de sus manos a su cabello, acomodándolo de lado, dejando caer los suaves rizos sobre su hombro. Volteó un poco su rostro, permitiéndose ver otro ángulo de su rostro. Todo en Saiph era la imagen viva de la aristocracia; desde el elegantemente sencillo peinado hasta el costoso vestido de gala que llevaba ésa noche, regalo de su padre, al igual que el hermoso collar que adornaba su cuello. El color negro de la fina tela resaltaba su piel blanca y la forma se ajustaba a su cuerpo lo necesario, no tan exagerado como para parecer vulgar. Alisó unas arrugas invisibles del vestido y mordió suavemente su labio inferior en un gesto que muchos considerarían inocente, mientras obtenía una última perspectiva de su aspecto. Respiró profundamente, sin poder evitar que cierto hastío se perdiese en su exhalación. Sólo era una fiesta más, nada demasiado interesante. Además, tenía que verlo por el lado bueno: le encantaba que las miradas se posaran en ella.

Sin más preámbulos, salió de su habitación, cerrando la puerta de ésta tras de sí. Compuso una diplomática sonrisa perfecta, justo lo que se esperaba de la hija de Maximus Cordner, lo que prácticamente la convertía en alguien de la realeza del mundo mágico. Bajó las escaleras hacia el salón, donde ya se encontraban varios de los invitados de su padre, conversando entre sí, en círculos que eran apenas perceptibles pero que, para la mirada escrutadora de Saiph resultaban obvios.

Casi enseguida, los halagos hacia su persona no se hicieron esperar. Estaba acostumbrada, por supuesto, pero no podía evitar deleitarse con algunos bastante ingeniosos ó, al contrario, enarcar una ceja con educada incredulidad cuando alguno resultaba demasiado trillado. Frases como “¿no se te ocurrió algo mejor?” ó “¿acabas de inventarlo ó te llevó toda la tarde pensar?” se mantenían en su mente, sin oportunidad de escapar de sus labios. La verdad era que pocas personas sabían lo privilegiada que era su mente. Para todos, era una chica consentida y superficial, que obtenía todo lo que quería. Bien, no se equivocaban. Sin embargo, había detrás de ésa imagen perfecta una mente aguda y perspicaz que más valía mantener en secreto. La razón era simple; ¿quién iba a esperarlo de ella? Sería una sorpresa excelsa. Y a Saiph le encantaban las sorpresas.

Caminó con la elegancia que la distinguía entre los demás, saludando con ligeros asentimientos de su cabeza. No eran tan importantes como para que los fuese a saludar personalmente. Si hubiese sido así, su padre solicitaría su presencia. Mientras tanto, seguiría disfrutando de la velada lo que pudiese. Ésos deseos fueron cumplidos con una rapidez que sorprendió a la misma Slytherin. Se trataba de Phillip Soderling, un chico alemán, hijo de un alto funcionario de su país. Era un new rich pero, quizá, podría serle de alguna utilidad en un futuro. Los labios de Saiph se curvaron en una media sonrisa, mientras el chico comenzaba a hablarle sobre cuánto tiempo estaría en el país y lo mucho que le gustaría encontrarla en un futuro cercano. ¡Por supuesto que le gustaría! Era Saiph Cordner la chica a la que estaba refiriéndose, no a una cualquiera que podía encontrar en otro lugar. Con cierta maña, el tema fue cambiando hasta que llegó a uno no más agradable: posturas políticas.

Una mueca ligera adornó el rostro de la rubia, mientras escuchaba al teutón preguntar su opinión al respecto. –Phillip, mein liebling, ¿acaso no te enseñaron que preguntarle eso a una señorita es casi como preguntarle su edad? Vamos, sé que puedes hacerlo mejor… Incluso el clima sería un tema más adecuado,-respondió haciendo un ligero gesto despreocupado de su mano, acompañando a sus palabras, seguido de una risita boba. O, al menos, eso era lo que aparentaba. Tenía la habilidad de usar un fino sarcasmo y, ¿para qué negarlo? Le encantaba usarlo. –Oh, si me disculpas, mi padre me llama. Disfruta la fiesta,-imbécil… terminó en su interior, mientras realizaba una retirada bien ejecutada. Ya había avanzado unos cuantos metros, cuando una charola de plata pasó a su lado, provista de varias copas llenas. No prestó atención al elfo doméstico que la cargaba, haciendo parecer que ésta flotaba. Tomó una copa entre sus delgados dedos y le dio un sorbo, antes de escuchar a sus espaldas una voz mencionar su nombre, una voz que reconocería en el mismísimo infierno.

Una sonrisa lacónica fue suficiente. Se dio media vuelta para encararlo y frunció ligeramente el ceño al ver su sonrisa de suficiencia. –Si lo mencionas, Midgen, estás muerto,- sentenció con frialdad, mientras volvía su mirada al resto de las personas, cambiando su expresión con una facilidad asombrosa. Era tan buena actriz.